Uno de los pequeños placeres que compensa estar lejos de la familia en una fecha tan familiar como el día de Reyes es la
galette. Es una tarta de hojaldre rellena de crema, en el caso que la mía de manzana aunque también puede ser de queso o de frutos rojos o de muchos otros sabores, ya que en los últimos tiempos los pasteleros están dejando volar la imaginación. No se parece al roscón ni en la masa, hojaldrada en lugar de esponjosa, ni en la forma ya que es redonda y no en forma de corona. Hay que decir que en los últimos años el roscón ha sufrido un bajonazo importante: las terribles masas industriales insípidas y acartonadas nada tienen que ver con las de los roscones antiguos que eran puro
brioche (sí, la masa auténtica del españolísimo roscón es de origen francés) y los rellenos de nata vegetal, una amenaza para el paladar, el colesterol y la estética. Por contra, la
galette industrial que me comí estaba bastante buena. No sé si es porque los franceses son consumidores más exigentes o porque tienen mejor gusto para la comida pero el caso es que la comida industrial o ya preparada es bastante mejor que la que se come en España. Por supuesto, hay excepciones, buena comida preparada en España y platos infumables en Francia, pero, en general, aquí el nivel es muy superior al de España y a un precio muy similar o, incluso, menor. Lo bueno para los amantes del roscón tradicional es que ahora en Francia hay tantos españoles, que se pueden encontrar roscones en muchas pastelerías. Por algo estamos en la tierra del
brioche.
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